martes, 29 de mayo de 2007

Acerca de la calendarización de los estados de ánimo

En mayo no soy yo.

En mayo me desplazo.

Otra me reemplaza.

Ésa no es ésta,

no se me parece,

no me hace bien.

Pero yo

enseguida vuelvo.

Estoy llegando

al invierno con sol.

domingo, 20 de mayo de 2007

jueves, 17 de mayo de 2007

otra fiera vecina

Primero en llegar,

último en salir,

el único tuneado

es el auto del playero.

Acelera frustrado,

quieto en el asfalto,

quieto en la cuadrícula que ordena

a los demás autos

pitucos, silenciosos, útiles.

Acelera con fuerza y grita.

Escupe contra la pared

el escape frustrado

del taunus, torino o toyota,

que no va a ninguna parte

en todo el día.

Sólo pega un alarido

cuando llega y cuando se va

contra mi almohada

contra mi cabeza

en la cabeza

del león

enjaulado

martes, 15 de mayo de 2007

sábado, 5 de mayo de 2007

Una anécdota

Una historia sobre Soriano que le contaron a Bayer que le contó a M. Bradley, que la leyó H. y H. me la leyó por teléfono, llorando, una vez. (esta última es mi anécdota).


EL GORDO SORIANO, CONTADOR DE PATOS

Durante la filmación del documental Soriano, Osvaldo Bayer le contó al director Eduardo Montes Bradley una anécdota que le habían relatado sobre su amigo escritor.

Resulta que en el exilio en Bélgica, cagado de hambre, Osvaldo Soriano consiguió un laburo de contador de patos en el Lago de los cien patos de Bruselas. El trabajo consistía en contar los patos todas las noches y reportar los posibles faltantes a las autoridades, que al instante los repondrían para que el Lago de los Cien Patos no dejara de tener, efectivamente, cien patos.

El problema era que nunca desaparecía ningún pato, siempre había cien patos en el Lago de los Cien Patos. Y Soriano empezó a temer que las autoridades notaran la inutilidad del puesto y lo rajaran. Entonces acordó con un amigo exiliado peruano para que cada tanto se robara un par de patos.

De esa manera pudo mantener su trabajo y, según dicen, eran legendarios los asados que se organizaban entre varios exiliados latinoamericanos, con Soriano como huésped de honor. Obviamente, el menú era siempre el mismo: pato a las brasas.

Maravillado por la anécdota, y con la intención de hacer más interesante su documental, Montes Bradley le dijo a Bayer: ¿Por qué no vamos a Bruselas para ver si existe ese puesto de contador de patos? Y Bayer le contestó que mejor no, que para qué...

Enterarse de que en Bruselas no existe un Lago de los cien patos ni un puesto de contador de patos sería como dejar de soñar, de esperar, de creer que en algún lejano, escondido y maravilloso lugar de este perro mundo existe la felicidad. Tenía razón Bayer, para qué.