martes, 18 de septiembre de 2007

zías

Allí cuando no hay tutía...

...aparece la Zin-tía


* * *


Para aportar un poco de orfandad

atávica-cósmica,

pura y simple

de abuelas adoptadas

en el campo y en el barco.

De abuelas huérfanas adoptadas

y longevas.

Como las tres niñas

que se encontraron hace un siglo

allá en la fábrica de manteca

en Suipacha

Que eran hermanas, huérfanas

y luego tías.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

martes, 11 de septiembre de 2007

Crónica del tachero suizo VI y VII (mutantes, también)

Crónica VI

La abnegada yidische mame

El dilema era si seguir por Ayacucho o doblar en Quintana. A esa hora de la mañana había más potenciales pasajeros circulando por Ayacucho, pero siguiendo los impulsos de mi intuición decidí doblar a la derecha. Apenas puse el guiño, como si estuviera esperando mi arribo, me topé con el brazo levantado de una señora de unos setentipico con una valija con rueditas, cuyas modestas vestimentas no concordaban con los atuendos habituales de los moradores del barrio de la Recoleta.

Mientras me pedía que la ayudara a subir la valija al auto, se quejaba diciendo "yo no sé para qué me hacen llevar esta valija que no entra en ninguna parte". Su castellano era entendible, aunque tenía un acento que yo identificaría como de alguna región del este de Europa. Cuando por fin logró subir la valija, el taxi se impregnó de un profundo olor a ajo. Me indicó que debíamos dirigirnos a la zona de Tribunales, a la calle Talcahuano entre Lavalle y Tucumán. Luego me preguntó qué hora era, le contesté que las 11.38. Entonces me pidió que me apurara porque debía entregarle la comida a su hijo antes de las 12. Me dispuse a tratar de elegir el camino más adecuado para que la abnegada yidische mame pudiera llegar a tiempo a cumplir con su misión.

Durante el viaje se la pasó realizando una serie de comentarios a modo de protesta sobre temas tan variados como la inflación, el tránsito y los piqueteros; a los que yo, cumpliendo con la regla de oro del buen tachero (el pasajero siempre tiene razón), me limitaba a responder en forma afirmativa. Al llegar al Palacio de Justicia, agobiada por el intenso tráfico, decidió bajarse una cuadra antes del destino prefijado. No obstante, antes de descender me pidió que le diera un tiket, dejando bien en claro que una cosa eran los afectos familiares y otra distinta el mundo de las finanzas.

Crónica VII

Dando cátedra sobre la catedral

Sobre Talcahuano había acabado de dejar a una yidische mame quien estaba muy apurada por llevarle el almuerzo a su nene, al que yo imaginaba como un típico tiburón (abogado) de la zona de Tribunales. Fue entonces que, antes de que tuviera tiempo de poner primera, un hombre de unos cincuenticinco cuyo cuello blanco lo identificaba como un miembro de la iglesia, me hizo señas para que me detuviera. En ese instante pensé que quizás ese era el día de las comunidades religiosas o una forma en la que se estaba restableciendo el equilibrio cosmológico entre el yin y el yang al que hacen referencia los taoístas.

Me dijo que lo llevara a la catedral, a lo que le pregunté si se refería a la catedral que está enfrente de la Plaza de Mayo. Con cierto aire de sorpresa me respondió que si acaso había otra catedral en Capital Federal. Le contesté que no tenía bien en claro cuál era la diferencia entre una capilla, iglesia o catedral. Me explicó que ‘catedral’ era una palabra que derivaba del griego ‘cátedra’ que es el lugar donde se enseña. Luego comenzó a dar cátedra sobre una variada serie de palabras de uso habitual cuyo origen remite tanto al griego como al latín. Como una forma de seguir con el hilo de la conversación, al doblar por Diagonal Norte le pregunté si ‘obelisco’ era una palabra de origen latino. Me contestó que sí y que remitía a la palabra obelix. No obstante, yo tenía la impresión de que para la mayoría de las personas que transitan por el lugar, dicho monumento no remite precisamente al imperio romano. La charla derivó hacia cuestiones históricas y fue en ese contexto que le comenté lo importante que me parecía el poder comprender el pasado para interpretar los fenómenos del presente. A lo que, luego abonarme el monto que indicaba el reloj, suspiró y me contestó: "ojalá uno pudiera entender siempre la razón por la cual suceden las cosas".

En su voz había un aire de pesimismo que denotaba un escepticismo que yo no hubiera esperado de un hombre de fe, quien –supuestamente- adhiere a las creencias sobre designios divinos del destino. Lo cual me hizo reflexionar sobre la forma incierta en la que suele presentarse la realidad cotidiana, como inciertos son los rumbos que ha de recorrer un tachero durante el transcurso de su jornada laboral.


lunes, 3 de septiembre de 2007

Turismo

Quiero un coach que me transporte a Villa La Cordura.
No tengo mapa.