Ahí estaba ella, como una gaviota empetrolada, aleteando desesperada sin despegar sus patitas blancas de pampero para lluvia del cordón de la vereda. La miré porque escuché un chillido débil y agudo. Me acerco y le pregunto si quiere cruzar la calle (Perón y Callao, 2.30 am) y con esa mirada transparente tierna senil me corrige enérgica: “¡No! ¿No ves que me caí en un pozo?” mientras me señala un desnivel en el cordón de unos quince milímetros. La ayudo a salir del pozo (¡yo!) y me explica que lo que quiere es ir a comprar el diario al kiosco.
Sigo caminando con ligereza etílica de gaviota joven y hermana, huyendo del petróleo también.
Eu nao sou da sua rua,
Eu nao sou o seu vizinho.
Eu moro muito longe, sozinho.
Estou aqui de passagem.
Eu nao sou da sua rua,
Eu nao falo a sua langua,
Minha vida a diferente da sua.
Estou aqui de passagem.
Esse mundo nao a meu,
Esse mundo nao a seu
(Branco Mello - Arnaldo Antunes)
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